República Dominicana goza de una evidente estabilidad socio-política y de un marco jurídico moderno y transparente, lo que conjuntamente con sus reconocidos atractivos naturales y paisajísticos ha contribuido a una verdadera eclosión del sector inmobiliario nacional; ello unido a la inexistencia de restricción legal alguna para la adquisición de inmuebles por parte de extranjeros, ha dinamizado el ambiente de negocios y de inversión  ya sea en villas, apartamentos, o lotes de tierras.

Si bien es cierto que a nivel mundial nos encontramos en un momento de desaceleración económica, la evolución macroeconómica de República Dominicana en los últimos años ha sido positiva y de crecimiento constante.

Acotando por sectores, destacaría por su papel a la hora de impulsar la economía desde hace unas décadas: el turismo, alzándose con el papel protagonista sobre todo una zona: Punta Cana – Bávaro. Esto ha llevado inevitablemente a que la alta demanda de habitaciones hoteleras en la región haya derivado en una serie de núcleos habitacionales que acogen tanto a proveedores como a trabajadores relacionados con el sector, pero también han surgido zonas más exclusivas de urbanizaciones y condominios donde los turistas que lo desean están pasando del modelo veranear en hoteles, a residenciales vacacionales. Este tipo de productos son, principalmente, segundas viviendas para las rentas media-alta y alta tanto nacional como extranjera. De hecho según un estudio de la  Cámara de comercio de Madrid La demanda nacional de productos de lujo está cerca de la saturación.

En cuanto a la oferta residencial del área está muy atomizada, por ello el proyecto Iberostate Bávaro se ha convertido en una idea y concepto novedoso, único y exclusivo que destaca por tratar de aunar las ideas más acertadas de otros proyectos del área, mejorando los hándicaps de otras comunidades vecinales. Así por ejemplo todos y cada uno de los aspectos del real estate (desde la construcción, a la venta, mantenimiento o administración  del condominio) recaen y son supervisados por el propio Iberostar, que no ha dejado en manos de terceros ninguno de los detalles, pudiendo garantizar así los controles de calidad, seguridad y servicios propios de la cadena.